miércoles, 5 de enero de 2011

El olor de Dios...

Ella regaba el jardín, le gustaba estar ahí, era como si pudiera por un segundo estar sola, sin nadie que interviniera para hablarle de algún tema, chisme, o simplemente para reprenderla por algo que no había hecho bien. En ese jardín ella era una con el silencio, con la naturaleza y podía enredar sus pensamientos con las flores, sin que nadie se entrometiera. Pues en su casa siempre había mucha gente, no existía el día en que ella llegara y se encontrara sin nadie ahí, eso solía molestarla y por eso recurría a aquel jardín que crecía junto a su hogar pero a la vez lejos de él.

Cuando estaba ahí se sentía más plena, mas ella, más natural ya que podía soñar sin que las palabras la trajeran al presente, o como solían decir "a la realidad", y eso le gustaba, pero a la vez pensaba que "las personas nunca estamos conformes, siempre queremos lo que no tenemos y cuando logramos dar con aquello que siempre hemos deseado, ya no nos parece tan necesario, porque somos por naturaleza disconformes, nunca podemos sentirnos plenos, la infelicidad y la amargura siempre están presentes"; y seguía regando, el sonido del agua cayendo sobre las posas de los arboles era la música que mas adoraba escuchar, así como mojar sus manos en esa agua que junto a la tierra le daban vida a todo lo que le rodeaba. Luego mojaba el suelo, y el olor que se desprendía cuando las gotas tocaban le maravillaba, recordó que una vez había escuchado que ese era el olor de Dios, "¿Podría ser cierto?" se preguntaba, y quería quedarse con la duda.

El agua seguía cayendo y sus pensamientos seguían viajando entre el verdor de aquel paisaje que amaba más que a nada en el mundo, como no podía querer cada planta, flor y árbol que crecía si en ellos rebosaba vida, frescura y esplendor, "a veces me falta un poco de eso" pensaba, "y a mucha gente que conozco también. ¿Cómo puede ser que la sabiduría que estos seres desprenden no pueda tocarnos un poco? El hombre que cree ser más sabio que cualquier otro ser vivo, pero siempre suele demostrar todo lo contrario" y el agua seguía fluyendo, esta vez sobre las flores, mojando sus colores que tanto le alegraban y que solía llevar en su cabello cada vez que él cortaba una para ella, como la que ahora recibía de sus manos sorpresivamente, roja con suaves pintitas negras, "es para ti" le dijo, "haber si dejas de hacer barrial, ya que tus pensamientos no ayudan mucho a regar el jardín" y rio, él era el único que podía susurrar palabras en aquel lugar, porque también era suyo, "este es nuestro hogar" pensó, lo abrazo y con un beso se dijo que por hoy era suficiente.


Luthien

1 Gotitas de lluvia:

ira de Tifón dijo...

Que maravillosa experiencia!

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